¿Por qué tanta prisa con los niños?

Empezar antes el camino no es sinónimo de llegar más lejos

Está muy generalizada la creencia errónea de que cuanto antes se empiece a hacer o a aprender algo, mejor se sabrá hacer. Por eso, se ha creado en los padres la necesidad de estimular a sus hijos para que sean más inteligentes. Al amparo de esta idea equivocada, pero ampliamente aceptada en la sociedad, ha proliferado un mercado enorme de productos «educativos» y actividades de «estimulación» para niños y bebés, e incluso para empezar el aprendizaje en el vientre materno.

¿Por qué tanta prisa con los niños?Cuando nacen, el panorama no es más halagüeño; más bien al contrario. Empezamos a prestar atención a los percentiles y las tablas de desarrollo. Después, comenzamos a recibir el bombardeo de libros y videos de estimulación temprana para casi recién nacidos, talleres de estimulación sensorial, de música para bebés (que está ahora muy de moda), etc. Hasta podemos encontrar métodos de iniciación a la lectoescritura, como éste de reconocimiento de las vocales «a partir de 8 meses».

¿Por qué tanta prisa con los niños?Por supuesto, también las escuelas infantiles (antes guarderías) ofrecen programas de enseñanzas para bebés e incluso métodos estructurados de aprendizaje de inglés para niños de 1 año.

008cEsta confusión es terreno abonado para que triunfen productos «milagrosos» que rozan la estafa, como «Baby Einstein», una colección de videos para bebés que sugería que éstos presentarían ventajas cognitivas por su visionado. Sin embargo, un estudio científico realizado en 2010 y comentado en Wikipedia concluyó que los niños que veían habitualmente estos videos «no mostraron una mayor comprensión de las palabras que aparecían en el programa que los niños que nunca lo habían visto», y que, por el contrario, el mejor desarrollo cognitivo lo mostraban aquellos que interactuaban más con sus padres. De hecho, los responsables del producto se vieron obligados a ofrecer la devolución del dinero a aquellos padres que no observaran mejoras en sus hijos.

Baby Einstein grabó su último video en 2009. Pero otros muchos productos engañosos se siguen ofreciendo con la promesa de convertir a nuestros hijos en «genios», sin ninguna prueba concluyente que avale su eficacia. O sea, que en el mejor de los casos nos están vendiendo humo; en otros, podemos exponer a los pequeños a riesgos más grandes que los beneficios que pueden obtener (que, como hemos visto, son escasos). Por seguir con Baby Einstein, la empresa se vio forzada a ofrecer devoluciones de dinero para evitar una demanda que se estaba preparando en su contra, argumentando que la Academia Americana de Pediatría desaconseja completamente la televisión para niños menores de 2 años. De igual modo, ya comentamos en otra ocasión el caso de la natación para bebés, ya que, además de que la Asociación Española de Pediatría (AEPED) recomienda iniciar el aprendizaje de la natación a partir de los 4 años porque «impartir clases de natación a los niños pequeños o a aquellos que no hayan adquirido suficientes habilidades no evita los ahogamientos, ni proporciona una protección completa», resulta que existen estudios que asocian la natación en piscinas antes de los dos años a daños respiratorios graves.

Pero, independientemente de que los métodos de aprendizaje precoz sean eficaces o no, la pregunta que deberíamos plantearnos es: ¿a dónde queremos llegar con todo esto? ¿Para qué queremos tener bebés genios? ¿Quiere decir algo que un niño en edad preescolar sea el más «listo» de su clase o el que mejor hace las fichas? Absolutamente nada. De hecho, y ya para concluir con Baby Einstein, resulta muy curioso que Einstein no era precisamente un genio en su infancia. Judit Falk, continuadora de la reconocida pediatra Emmi Pikler, en su artículo «Desarrollo lento o diferente», apunta que «durante la niñez de Einstein -señala su biógrafo- no había nada que indicara al genio dormido. Al contrario, el hecho más característico de su niñez es, sin duda, un desarrollo lento en general, sobre todo en lo que respecta al lenguaje. Se dice que no empezó a hablar correcta y normalmente hasta cerca de los nueve años. Respondía a las preguntas después de un lapso bastante largo. Sus padres se inquietaron y llegaron a pensar que era un poco débil. Creían que manifestaba signos de un cierto tipo de dislexia. El hijo de Einstein le explicó al biógrafo que su padre era un chico apagado, un pobre de espíritu desdibujado. Sus maestros no esperaban de él demasiados éxitos. Según la leyenda familiar, una vez, cuando su padre pidió consejo a uno de los profesores acerca de hacia qué trabajo se le podía orientar, la respuesta fue simple: «Da igual, de todas maneras no llegará demasiado lejos en nada»».

Por tanto, dejemos que nuestros hijos se desarrollen a su ritmo. La vida en el mundo real ya provee a los niños de una rica estimulación, y les ofrece conocimientos que de verdad necesitarán en su vida diaria. Ya tendrán tiempo de adquirir conocimientos y habilidades cuando crezcan, y -no menos importante- de elegir los conocimientos y habilidades que ellos desean adquirir.

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