«¿Tan mayor y aún toma pecho?». «¿Tan mayor y aún con chupete?». «¿Tan mayor y aún se chupa el dedo?». Seguro que hemos oído alguna de estas preguntas más de una vez si nuestro retoño tiene más de un año y muestra algún hábito de succión. El bebé que nos resulta adorable cuando mama, chupa su chupete o se lleva los deditos a la boca se convierte en una terrible preocupación tan sólo unos pocos meses después. ¿Es tan perniciosa esa necesidad de chupar?
Chupamos desde antes de nacer
Los mamíferos venimos programados para chupar. Desarrollamos el reflejo de succión en el vientre materno para poder alimentarnos al nacer. Por ello, los recién nacidos chupan todo lo que se les acerca. No tener desarrollado el reflejo de succión al nacer es un problema, como en el caso de los grandes prematuros. Y no sólo venimos programados para chupar, sino para chupar constantemente. El pecho necesita ser estimulado frecuentemente para establecer y mantener la producción de leche que necesita el bebé. Además, el estómago del recién nacido es tan pequeño que enseguida se llena, y con la misma rapidez se vacía; por tanto, necesita alimento casi continuamente. Con el paso de los meses, la estabilización de la producción y la madurez del bebé, la succión pasa de ser un acto reflejo a ser un acto voluntario. Este acto voluntario viene reforzado porque el niño recibe un estímulo positivo cuando succiona. De igual forma que los adultos encontramos placer en comer por el sabor y el olor de la comida, los bebés encuentran placer en el hecho de succionar por sí mismo. Más que placer, alivio y consuelo. De hecho, un estudio realizado en 2015 con personas de 5 a 25 años que se chupan el dedo confirma que «las personas que se chupan el dedo se ponen el dedo en la boca para «estimular los receptores nasopalatales del trigémino y obtener equilibrio muscular y un alivio de tensión física y psicológica».
Por este motivo es tan importante la llamada succión no nutritiva, como forma de lograr la tranquilidad y aliviar tensiones, dado que los niños pequeños no tienen desarrollados los mecanismos para calmarse por sí mismos. Es por ello que los niños alimentados con biberón necesitan usar chupete, para satisfacer sus necesidades de succión no nutritiva. Los niños amamantados a demanda suelen cubrir estas necesidades con el pecho, aunque también es habitual el uso de chupetes entre bebés amamantados, cuando la demanda de succión no se satisface en todas las ocasiones con el pecho.
¿Cuándo dejan los niños de chupar?
Como en todo proceso madurativo, no hay una edad preestablecida. Cada niño podrá dejarlo según su desarrollo madurativo y la capacidad que tenga de encontrar la calma por otros medios. Sin embargo, la necesidad de chupar persiste más allá de lo que habitualmente se cree. Según la antropóloga Kathy Dettwyler, la edad natural a la que los humanos dejan el pecho va desde los 2,5 años a los 7 años. Y, en estas edades, el niño no sigue mamando por necesidades nutricionales, ya que come prácticamente como los adultos, sino por la succión no nutritiva comentada anteriormente. Así pues, el mismo rango de edad se podría aplicar a los niños que no toman pecho, ya que también necesitan esta succión no nutritiva.
¿Y no será malo que siga tomando el pecho tan mayor?
No. En absoluto. Ningún estudio ha demostrado perjuicios ni riesgos de la lactancia materna asociados a su duración. Como así lo confirma la Asociación Española de Pediatría (AEPED), no provoca caries ni problemas dentales, ni tampoco conlleva problemas de desarrollo o psicológicos. De hecho, en condiciones ideales, la lactancia materna es el mecanismo natural por el que gradualmente la madre va acompañando al niño en su proceso de consuelo, pasando poco a poco el niño de obtener el consuelo de su madre en todas las ocasiones, a ir requiriéndolo cada vez menos, por ir manejando al mismo tiempo más mecanismos propios de control del estrés, hasta finalmente abandonarlo por completo cuando se siente preparado.
¿Y qué pasa con el chupete?
El chupete tiene peor fama, ya que no se adapta tan perfectamente a la boca del niño como la mama materna y su uso prolongado puede causar problemas dentales. También se ha relacionado su uso con un mayor riesgo de otitis media. Realmente, lo malo aquí no es que el niño desee succionar, sino que el diseño de los chupetes no está aún lo suficientemente perfeccionado como para ser inocuo. La AEPED aconseja abandonar su uso a partir de los 12 meses de edad, pero recientes estudios han demostrado que puede usarse hasta los 2 años sin mayores riesgos.
Entonces, ¿le quito ya el chupete?
Aunque nos alarmen los riesgos, conviene no precipitarse. Si retiramos el chupete (o el pecho) de forma repentina, o cuando el niño aún no se siente preparado para dejar de succionar, corremos el riesgo de que inicie un hábito más peligroso: chuparse el dedo. Según concluye un estudio de 2013, «el cese de la lactancia antes de los 12 meses o del chupete antes de los 14 meses se asoció con un hábito persistente de chuparse el dedo». La introducción del dedo en la boca, especialmente para dormir, puede ejercer más presión sobre los dientes superiores y originar peores malformaciones que el chupete, según afirma el reconocido Dr. Sears, pediatra abanderado de la crianza respetuosa. También hay estudios que asocian este hábito con un mayor riesgo de infecciones que el uso de chupete.
¿Tan malo es que se chupe el dedo?
Realmente, lo único malo es que se consolide y se prolongue más allá de la primera infancia, porque es más difícil de interrumpir, ya que escapa al control paterno. No obstante, no hay que preocuparse antes de tiempo, ya que es normal que los recién nacidos o bebés se chupen el dedo. Como dice el Dr. Sears, «todos los bebés se chupan el dedo en algún momento. La mayoría lo deja con el tiempo y, si sus necesidades de succión son atendidas adecuadamente en la primera infancia, el hábito de chuparse el dedo raramente continúa en la infancia». El Dr. Sears apunta al mismo tiempo al problema y a la solución: se deben atender las necesidades de succión del niño. Si un niño tiene necesidad de succionar, pero se le niegan el pecho y el chupete, recurrirá al dedo, y, si no encuentra alternativas, prolongará el hábito durante la infancia o derivará en otros como morderse las uñas (onicofagia).
Entonces, ¿qué es lo mejor que se puede hacer en cada caso?
Si lo que toma es el pecho, entonces está claro: lo mejor es no hacer nada y dejar que lo tome hasta que lo necesite. El niño acabará dejando el pecho por su propia iniciativa aunque no hagamos absolutamente nada para que lo deje (y, en este caso, puedo además hablar por experiencia). En el caso del chupete y el dedo, lo normal es que su uso también vaya disminuyendo progresivamente con el tiempo y que el niño acabe dejándolo por su cuenta, así que, mientras no existan o se sospeche de problemas dentales, lo más recomendable es también dejar que abandone el hábito por su cuenta. De hecho, el consejo habitual del Dr. Sears sobre el chupete es: «Si no hay problemas dentales, no te preocupes». En todos los casos, intentar que abandone el hábito de forma prematura puede dar lugar a otros hábitos más perjudiciales.
Pese a todo, creo que ha llegado la hora de que lo deje, ¿cuál es la mejor forma de quitárselo?
Si tienes razones diferentes a «es muy mayor» para desear que abandone la succión no nutritiva (por ejemplo, indisposición para seguir amamantando, sospecha de problemas dentales, otitis recurrentes o rechazo por parte de otros niños por chuparse el dedo), la clave radica en el acompañamiento. La mayoría de consejos que encontrarás para que abandone los hábitos de succión se basan en refuerzos (premios y sistemas de recompensas) para la modificación de conductas. Sin embargo, una reciente revisión de estudios de 2015 ha hallado «pruebas de baja calidad de que los aparatos de ortodoncia (arco palatal y rejilla palatina) y las intervenciones psicológicas (refuerzos positivos y negativos incluidos) sean efectivos en la mejora del cese del hábito de chupar en los niños».
El sentido común nos dice que, si estos niños recurren a un mecanismo de consuelo tan primitivo como la succión, es porque son tan inmaduros que no han aprendido otro método para calmarse, o que todavía no lo tienen lo suficientemente desarrollado como para que sustituya a la succión en todas las circunstancias de su día a día. Ahí jugamos un papel clave los adultos, que debemos acompañarlos en el proceso, facilitándoles el consuelo y ofreciéndoles alternativas. Entre ellas, el Dr. Sears nos sugiere «mecerse, masajes, jugar a juegos animados y cantar». También podemos observar a nuestros hijos y utilizar nuestra perspicacia para detectar otras acciones que les tranquilicen. Por ejemplo, si parecen calmarse tocándonos el pelo, podemos echar mano de ello, especialmente en el importante momento de irse a dormir. No en vano un estudio de 1977 citado por el Dr. Sears halló que «al 96% de los niños que se chupaban el dedo los dejaban dormirse solos después de alimentarlos; pero que a ninguno de los que no se chupaban el dedo los habían dejado dormirse solos». Nuestra compañía a la hora de dormir, ya sea acompañándolos en el momento de quedarse dormidos o directamente colechando, es fundamental para evitar los hábitos de succión no deseados y proporcionarles el confort que necesitan.
Lo que es fundamental es hacerlo de forma muy progresiva, con mucha paciencia, y compensando la ausencia de succión con grandes dosis de amor y cariño: abrazos, contacto físico y mucha atención. De hecho, hay quien considera que un destete repetuoso con las necesidades del niño es una tarea más agotadora que continuar con el pecho hasta que el niño lo deje espontáneamente. En el caso del chupete y el dedo, la receta es la misma: paciencia, atención y brazos. De este modo, acompañaremos al niño en su transición al autoconsuelo y evitaremos que adopte otros hábitos que se prolonguen más en el tiempo. Y es que, como dice el Dr. Sears, «una necesidad que es satisfecha se va; una necesidad que no es satisfecha permanece como hábito».
Como siempre, buenísimo!!! Muchísimas gracias por tu trabajo, es encomiable!!!
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