Niños de alta sensibilidad, ¿nacidos con un don o con un trastorno?

Niños de alta sensibilidad, ¿don o trastorno?¿Tu hija hace muchas preguntas? ¿Se percata del sufrimiento ajeno y a veces parece leerte la mente? ¿Es perfeccionista? ¿Lo siente todo con gran intensidad? Entonces muy probablemente puede considerarse una niña de alta sensibilidad. La veterana psicóloga Elaine Aron, quien ya acuñó el término «persona de alta sensibilidad» (PAS), ofrece un cuestionario para saber si nuestros hijos son «niños de alta sensibilidad», aunque ya nos adelanta que se trata de niños «nacidos con un sistema nervioso que se encuentra en un alto nivel de alerta y reacciona rápidamente ante cualquier cosa. Esto hace que perciban rápidamente cambios sutiles, prefieran reflexionar profundamente antes de actuar, y generalmente comportarse de forma consciente. También los alteran fácilmente los altos niveles de estimulación, los cambios repentinos y el sufrimiento emocional de los demás».

En cuanto a la actitud de estos niños, Aron apunta a la existencia de dos variantes: «dado que los niños son una mezcla de numerosos rasgos temperamentales, algunos niños de alta sensibilidad son bastante difíciles: activos, intensos emocionalmente, demandantes y persistentes; mientras que otros son tranquilos, introvertidos, y prácticamente demasiado fáciles de criar, excepto cuando se espera que se incorporen a un grupo de niños que no conocen».

Personas de alta sensibilidad o altamente sensibles

Se calcula que entre un 15% y un 20% de la población son personas de alta sensibilidad o altamente sensibles. Según Wikipedia (existe un artículo más reducido en español) las características principales de estas personas son 4: Profundidad de procesamiento, sobreexcitación (en comparación con otras personas), reactividad emocional y alta empatía, y sensibilidad a estímulos sutiles. Según recientes investigaciones científicas, esta mayor sensibilidad puede tener un origen genético, al presentar una variante que estimula la secreción de norepinefrina, hormona que estimula la atención y respuesta y que al mismo tiempo actúa como neurotransmisor. La norepinefrina (sustancia que también se encuentra sintéticamente en las anfetaminas) acelera el ritmo cardiaco e incrementa la presión sanguínea, por lo que no es de extrañar que las personas de alta sensibilidad se vean «severamente afectadas» por excitantes como la cafeína. Por otra parte, algunos psicólogos como el Dr. Ted Zeff, en su libro The strong sensitive boy, sugieren la posible relación de la alta sensibilidad con bajos niveles de testosterona (no hay estudios respecto a la testosterona prenatal de las personas altamente sensibles, pero sus características parecen apuntar a que poseen unos niveles bajos).

La alta sensibilidad, ¿es un trastorno?

Rotundamente no. Y así está generalmente aceptado. La alta sensibilidad se considera un mero conjunto de rasgos de la personalidad (un trato que, por otra parte, merecerían otros conjuntos de rasgos de la personalidad que sí se consideran patológicos, aunque injustificadamente, ya que a las personas que los poseen no les suponen ningún impedimento para llevar una vida normal).

Sin embargo, una advertencia a las familias con niños de alta sensibilidad. No poseen ningún trastorno, pero es probable que intenten achacarles alguno. La propia Elaine Aron advierte que un profesor poco familiarizado con el niño, especialmente si éste tiene la actitud «difícil» comentada arriba, podría confundir su alta sensibilidad con Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad (TDAH), e incluso hay quien lo relaciona con el trastorno bipolar. No faltan tampoco estudios que relacionen indirectamente la alta sensibilidad con ciertas formas de psicopatología como la esquizofrenia. En la segunda variante de actitud, la del niño tranquilo pero introvertido, le pueden achacar un Trastorno del Espectro Autista (TEA) o Asperger. La Dra. Aron señala que es una preocupación que puede surgir a los padres, pero que «a veces es un profesor o un médico quien lo ha sugerido». Incluso afirma que hay quien dice que «el conjunto de rasgos de alta sensibilidad es una forma leve de uno de esos trastornos, el extremo de alto funcionamiento del «espectro autista»». Aron desmiente categóricamente que la alta sensibilidad sea síntoma de autismo o de TDAH y explica las diferencias. Es más, afirma que, en ambos casos, son extremos opuestos, dado que el autismo se caracteriza por la escasa empatía y el TDAH por la escasa atención, cualidades muy abundantes en las personas de alta sensibilidad. Sin embargo, añadiría yo, como se dice popularmente, «los extremos se tocan», por lo que la actitud de estos niños puede parecer similar a un nivel superficial. Todo esto se puede evitar a través de un profundo conocimiento del niño, que nos permitirá conocer qué está pasando realmente en su interior, en lugar de poner una etiqueta apresuradamente.

¿Tiene un don?

Hoy día, y en las sociedades occidentales, se tiende a considerar la alta sensibilidad como un don. Sin embargo, como ya se ha comentado anteriormente, todo depende del momento histórico y la sociedad en que vivamos. Tradicionalmente, según lamenta Aron, se ha tendido «a ver sólo un aspecto de algunos niños sensibles y a este rasgo se le ha llamado timidez, inhibición, miedo, manías o «hipersensibilidad»». No es difícil pensar que, mucho antes, o en otras culturas que viven en condiciones más adversas, la alta sensibilidad se relacione incluso con la locura.

Ya superado todo lo anterior, esta cualidad en cierto modo sí puede considerarse un don, dado que este 15-20% de la población tiene una sensibilidad de procesamiento sensorial más alta y percibe más intensamente todo lo que le rodea, incluso en sus detalles más sutiles. La alta sensibilidad se relaciona con una mayor «percepción, conciencia, inventiva, imaginación y creatividad».

Sin embargo, todo ello es un arma de doble filo. Precisamente por ser más conscientes de todo lo que ocurre a su alrededor, las personas de alta sensibilidad son mucho más susceptibles a sufrir, desde el propio nacimiento. Los bebés de alta sensibilidad son «altamente reactivos e irritables», presentan respuestas motoras más fuertes ante estímulos como ruidos y olores, y «tienden a llorar más de lo habitual» en entornos desconocidos. Cuando crecen, son niños más sensibles a las críticas, más vulnerables a las actitudes negativas de los demás, y, según el estudio anterior, pueden adoptar un carácter «inhibido». Además, por su propia naturaleza, las personas altamente sensibles son más susceptibles a sufrir diversos problemas como ansiedad, agorafobia, timidez, etc. Incluso acusan una mayor pérdida de bienestar cuando tienen hijos, algo que no es de extrañar dados sus altos niveles de empatía y su amplia percepción de la realidad, que les lleva a mayores preocupaciones; aunque otras hipótesis apuntan también al carácter hereditario de la alta sensibilidad, lo que conlleva que las personas de alta sensibilidad sean, a su vez, más susceptibles de tener hijos de alta sensibilidad.

Cómo criar a un niño de alta sensibilidad para que sea feliz

Así pues, el gran reto para los niños (y las personas) de alta sensibilidad es ser felices. Y las familias tenemos un papel crucial para que puedan conseguirlo. Según investigaciones de Pluess & Belsky, que reseña Wikipedia, «los niños con un temperamento difícil en su primera infancia son más susceptibles a los efectos de la calidad de la crianza y la atención recibida en los primeros 5 años de vida. Curiosamente, estos niños no sólo tenían más problemas de comportamiento como respuesta a una atención de baja calidad, sino que también eran los niños que menos problemas presentaban de todos cuando tenían un historial de atención de alta calidad. Esto sugiere que los niños con un temperamento difícil son altamente susceptibles, en lugar de difíciles, y que, por tanto, se pueden beneficiar más significativamente de experiencias positivas en comparación con otros niños menos susceptibles».

En la misma línea, un artículo científico de 2015 sobre la timidez en la edad adulta afirma que «la interacción de la sensibilidad y un ambiente adverso en la infancia lleva a una afectividad negativa (con un mayor impacto en las personas de alta sensibilidad), que a su vez lleva a la timidez».

En conclusión, los niños altamente sensibles necesitan mucho de los adultos, y especialmente de sus padres, para poder crecer felices. Como explica magistralmente Elisabeth Aron, «si pudiéramos ver lo que hay dentro de la mente de un niño sensible (…), nos percataríamos de toda la historia que está en marcha en su interior: creatividad, intuición, sabiduría sorprendente, empatía por los demás… Pero, para que todo esto pueda florecer, deben ser criados con absoluto entendimiento. (…) Criados con el cuidado y entendimiento adecuados, los niños de alta sensibilidad no son más problemáticos que los niños menos sensibles y pueden convertirse en adultos felices, sanos, extraordinariamente bien ajustados y creativos».

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2 comentarios en “Niños de alta sensibilidad, ¿nacidos con un don o con un trastorno?

  1. Me ha gustado, porque desconocía que hubiera personas con alta sensibilidad (PAS), pero he podido comprobar algunos niños son más sensibles que otros y lo manifiestan de diversas maneras como llorar si ven a persona sufrir, intuir que algo va a pasar antes de que pase, tienen una gran empatía y esto se acentúa cada vez más con los años, haciéndose cada vez más sensibles al dolor propio y ajeno. Estoy de acuerdo en que es un rasgo de la personalidad tanto del niño como del adulto.

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