Martes, 10 de la noche. Jorge no quiere que le cambien el pañal y patalea. María llama al padre de la criatura para ver si entre los dos pueden cambiarlo con seguridad. «¡No puedo, estoy pintando la máscara!», se oye desde la otra habitación. El sábado tiene una partida de rol muy importante. No es la única con esta queja en el grupo de madres. Ana se lamenta de que, los días que hay fútbol, sus hijos no tienen padre. El marido de Sandra trabaja en lo que le gusta, la electrónica, y está constantemente con las «maquinitas», incluso festivos, sin apenas reservar tiempo para la vida familiar. Otros se van de pesca, son apasionados de la política, se enganchan a la «play»… Muchos adultos, en su mayoría hombres (pero también mujeres), tienen aficiones absorbentes.
Estas aficiones son muchas veces la base de las relaciones sociales para los hombres. El psicólogo Enrico Gnaulati afirmaba que, para los chicos, «un amigo es alguien que comparte tus intereses y con quien puedes tener conversaciones en detalle sobre estos intereses». Es más, Gnaulati también compara lo que hacen, por un lado, los chicos, y por otro, las chicas, cuando se quedan a dormir juntos en la adolescencia: mientras que, para las chicas, cualquier actividad que realicen «es secundaria al placer que parece derivar del mero hecho de estar juntas y charlar», los chicos «necesitan una actividad común para sostener la interacción social y el diálogo verbal. Si la actividad común es un videojuego, como Red Dead Redemption, la conversación estará plagada de intercambios de información pragmática sobre la mejor forma de domar caballos, liberar a alguien a quien han secuestrado, o localizar pieles de animales. Sin una actividad común que active su conocimiento preexistente sobre dicha actividad, los chicos normalmente se quedan sin conversación. Hay largos silencios. Se evita el contacto visual. Empiezan a mover el cuerpo inquietos».
Esta necesidad de aficiones absorbentes, como base incluso para la vida social, se mantiene en todas las edades. Los hombres de avanzada edad se reúnen en los bares para «echar la partida» (dominó, cartas…), ver el fútbol o las motos; sin embargo, las señoras suelen sentarse a tomar café, charlar de sus emociones, sus familias, su salud…
Este tipo de aficiones intensas, predominantemente masculinas, que vemos con tanta naturalidad en otras etapas de la vida, son a menudo consideradas «obsesiones» cuando se dan en niños pequeños, y se interpretan en demasiadas ocasiones como síntomas de trastornos como el autismo, el síndrome de Asperger o incluso el TDAH (constituyendo los llamados «hiperfocos» de atención). Pero, ¿son realmente preocupantes las aficiones de los niños pequeños?
Aficiones «autistas»
Algunas aficiones de los más pequeños son más «perseguidas» que otras, y es más probable que nos intenten convencer de que nuestro hijo tiene un trastorno si tiene unos determinados tipos de aficiones. Paradójicamente, ahora en estos tiempos, mientras luchamos con uñas y dientes contra la discriminación que implica que se consideren algunos juegos y juguetes «de chicas», «de chicos» o «de empollones», nos viene algún investigador como Noah J. Sasson con una clasificación de objetos de «alto interés autista» (aunque sólo sea con fines de investigación). Estos juegos y juguetes «de niños con autismo», según el citado artículo, y otro posterior del mismo investigador, serían los trenes, vehículos, aviones, bloques, artículos electrónicos domésticos, equipos informáticos, señales de tráfico y equipación deportiva. No se queda ahí el artículo, y habla de objetos «de bajo interés autista»: ropa, comida, muebles, plantas, material escolar, artículos de baño, sombreros y bolsos.
Estos artículos se basan en otro anterior, de 2005, que estudiaba los intereses de niños y adolescentes de 8 a 20 años con autismo y síndrome de Asperger. Sus máximos intereses: Pokémon, dispositivos electrónicos, dinosaurios, naves espaciales, videojuegos y las Tortugas Ninja.
En resumen… ¡la inmensa mayoría de los chicos tiene aficiones «de autista»!
Lo importante no es el qué, sino el cómo
Así pues, resulta que las «aficiones de autista» no son ni más ni menos que las mismas que tendría cualquier chico de la misma edad. Lo relevante de estos intereses no radica en qué intereses son, sino en cómo se manifiestan esos intereses. De hecho, este primer estudio de 2005 incluye una importante matización, que otros investigadores posteriores (como Sasson) no han tenido suficientemente en cuenta, o a la que no le han dado la relevancia que merece: «Muchos de los temas de interés documentados para los grupos de TEA (ver tabla IV), entre los que se cuentan Pokémon, Thomas la locomotora o Nintendo, fueron mencionados también como intereses comunes entre el grupo de desarrollo típico; sin embargo, los niños con desarrollo típico estaban involucrados en actividades diversas, de tal forma que ningún tema o interés se convirtió en un obstáculo para el funcionamiento social o familiar».
¡Cuidado!: Los «intereses de extrema intensidad» pueden ser perfectamente normales en la primera infancia
Pero si en quien nos estamos fijando es en un niño o niña en edad preescolar, debemos ser especialmente cautos. Tal y como indican las investigadoras Judy S. DeLoache y Gabrielle Simcock en su estudio Planes, Trains, Automobiles—and Tea Sets: Extremely Intense Interests in Very Young Children, «algunos niños pequeños con un desarrollo normal muestran un interés intenso y apasionado en una categoría determinada de objetos o actividades». En concreto, las investigadoras, que analizaron las aficiones de 177 niños y niñas de entre 11 meses y 6 años, concluyeron que «casi un tercio de los niños pequeños tienen intereses de extrema intensidad». Y cabe destacar que, en todo momento, se refieren a niños y niñas sin ningún tipo de trastornos neurológicos.
La manifestación de estos intereses de una forma extremadamente intensa, rayana en lo obsesivo, en estos niños en edad preescolar, se debe, una vez más, a su inmadurez. El propio Sasson, que realizó estudios con niños de diferentes edades diagnosticados con autismo, afirmó que «la edad puede estar asociada con un incremento de la flexibilidad en la asignación de la atención». Dicho en otras palabras, con la edad aumenta de forma natural la cantidad de temas que suscitan interés.
Las aficiones intensas, más comunes en los chicos
Volviendo al estudio realizado sobre niños con un desarrollo normal, un punto en concreto sorprendió a las investigadoras. «Uno de los hallazgos más llamativos es la gran diferencia de género: los intereses de extrema intensidad son mucho más comunes entre los niños pequeños que entre las niñas pequeñas».
El mismo estudio apuntó que las aficiones de estos niños y niñas en etapas primitivas del desarrollo se ajustaban en gran medida a los estereotipos de género, especialmente en el caso de los chicos. «Más de la mitad (57%) de estos intereses de extrema intensidad encajaban en categorías de estereotipos de género comúnmente observados (por ejemplo, Maccoby, 1998; O’Brien y Huston, 1985): Justo la mitad (50%) de todos los intereses de extrema intensidad de los chicos eran sobre vehículos, trenes y máquinas, y otro 27% eran sobre pelotas, dinosaurios y herramientas. Casi la mitad (46%) de los intereses de extrema intensidad de las chicas también giraban en torno a actividades relacionadas con el estereotipo de género (ropa/disfraces, bebés, juegos de té). Estas diferencias de género en el contenido de los intereses de extrema intensidad no estaban relacionadas con la edad del surgimiento del interés».
Por otra parte, un estudio co-dirigido por el famoso investigador Simon Baron Cohen y realizado en niños de 4 años, relacionaba los intereses escasos pero intensos en los chicos con los niveles de testosterona prenatal. Es decir, según Baron Cohen y sus colaboradores, cuanto mayores sean las cantidades de testosterona recibidas por el feto en el útero materno, menor será la variedad de aficiones. «Los chicos con mayores niveles de testosterona fetal tenían intereses más restringidos», concluyeron los investigadores, tras descartar otras variables y llevar a cabo un análisis de regresión. De paso, y una vez más, este estudio también vino a confirmar que, tanto en chicos como en chicas, «la testosterona prenatal tiene una correlación negativa con la calidad de las relaciones sociales».
Así pues, lo que parece evidente es que las aficiones intensas y casi obsesivas son más características del género masculino. Y no es de extrañar, leyendo las historias del principio del artículo, y observando el género de la mayoría de participantes en torneos de videojuegos, seguidores de deportes o amantes de las «maquinitas». Mientras tanto, el mayor desarrollo de las habilidades emocionales y sociales de las féminas las lleva a tener intereses más variados y centrados en lo humano, las relaciones interpersonales y el entorno social. No en vano la mayoría de las usuarias de redes sociales son mujeres, y también son las que más se expresan y manifiestan reacciones en ellas, por poner un ejemplo. Es decir, las aficiones de gran intensidad son una manifestación biológica más de la masculinidad, sin que en la mayoría de los casos implique la existencia de un trastorno.
La actitud de los padres, clave
A la hora de considerar la afición de un niño como patológica, o como una obsesión, la actitud de los padres hacia dicha afición juega un papel de capital importancia. Volviendo al estudio realizado con niños de desarrollo típico, llama la atención que «la amplia mayoría (92%) de los padres indicaron que habían reaccionado positivamente a los intereses de extrema intensidad de sus hijos y que los apoyaban activamente. Compraban los objetos o réplicas en los que sus hijos estaban interesados, así como libros y videos relevantes. Los padres también afirmaron pasar tiempo realizando variedad de actividades relacionadas con el interés de su hijo. Por ejemplo, una madre cuya hija estaba intensamente interesada en los libros se pasaba horas leyendo en voz alta todos los días, y las dos hacían bastantes viajes a la biblioteca a la semana. Otra madre señalaba que ella y su hijo, que estaba intensamente interesado en los cortacéspedes, paseaban a menudo juntos por el vecindario para ver a los vecinos cortando el césped. Otros escudriñaban el vecindario en busca de obras con maquinaria pesada».
Esta actitud positiva de los padres podría ser, de hecho, la clave de que se consideren niños con un desarrollo normal (neurotípico), y no niños con autismo o Asperger, aun cuando, en palabras de las investigadoras, «algunos niños llegaron a estar tan centrados en un solo interés, que dominaba muchos aspectos de su vida: lo que pensaban, de lo que hablaban, lo que buscaban, y lo que hacían». Incluso, en algunos niños, la afición se volvió «disruptiva» en ciertos contextos, hasta el punto que les causó conflictos con terceras personas y fue necesario poner límites (a un niño se le prohibió jugar a los dinosaurios porque rugía y daba «zarpazos» a otros niños en la escuela infantil, en la guardería de otro niño tuvieron que esconder una mesa con dibujos de Thomas la locomotora porque el niño la quería sólo para él, a una niña le prohibieron ir de visita a casa de los vecinos por los estropicios que provocaba con su fijación por pasar líquidos de un recipiente a otro…). A poco que sus padres hubieran manifestado una cierta preocupación, no habría costado mucho considerar estas intensas aficiones como «síntomas» de un pretendido trastorno del espectro autista.
Asumamos como normales los intereses de extrema intensidad de los niños pequeños. Son muchos los que las tienen como para que sea algo patológico. Estas aficiones son en muchos casos pasajeras; en otros, se atenúan con el paso del tiempo y la aparición de otros temas de interés. Y vayamos aún más allá: Vivamos positivamente las aficiones de los niños. Todas las aficiones intensas tienen algo de positivo. Gracias a ellas, tenemos a los «manitas», a los ingenieros, a los «cracks» de la informática… Por no hablar del papel que juegan las aficiones en el fomento de competencias como la lectura, o de las relaciones sociales. Incluso las aficiones más denostadas, como los videojuegos, tienen su parte positiva: algunos de ellos han demostrado potenciar habilidades visuales, motoras y de atención básicas. Por todo ello, y porque les gusta, dejemos a nuestros hijos tener aficiones, ya que, al fin y al cabo, no son tan diferentes a nosotros.
Buenísimo, como siempre! Muchísimas gracias!!
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El tren de thomas jejeje me ha hecho gracia cuando lo he leído porque en casa tenemos un gran fan… bueno dos porque el padre se ha sumado a la afición.
Gracias por tu artículo. Como siempre muy acertado.
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Había una entrada de este blog que enlazaba a estudios en donde se demostraba que la «masculinidad extrema» de los trastornos del espectro autista es una falacia, y que lo que en realidad hay es una tendencia a la androginia en ambos sexos.
Quería agregar que esta predisposición atípica de género se ha hallado incluso a nivel cerebral. Hay un estudio volumétrico que encontró que los cerebros de las niñas y mujeres con TEA se desplazan hacia un «desarrollo masculino típico», en tanto que el de los varones (aunque en menor medida) hacia un «desarrollo femenino típico».
Hay reproducciones parciales de esa investigación que no especifican en qué consistían esas diferencias, lo cual hizo que mucha gente asumiera automáticamente que se tratarían de las típicas diferencias sexuales.
Esto ocasionó que rápidamente se especulara que muchas mujeres y niñas con TEA aún no detectadas se obsesionarían con coleccionar muñecas o con series de televisión, siendo además sus intereses menos intensos, y que al tener supuestamente una mayor capacidad empática pasarían simplemente por niñas tímidas capaces de hacer amigas, lo cual a su vez las protegería de abusos.
Ahora bien:
¿Cuántas niñas hay que se obsesionan con coleccionar muñecas o con series de TV y no por ello sufren de algún TEA?
(y muchas niñas con Asperger, por el contrario, prefieren los juegos de niños, siendo vistas como «marimachos» y soportando la homofobia de la sociedad desde temprana edad por parte de gente que las confunde con lesbianas)
¿Cuántas niñas hay que, siendo simplemente tímidas, quedarán catalogadas como «posible TEA»?
¿Saben estos investigadores la diferencia que hay entre UNA AMIGA y una «amiga» (los casos que vi hasta ahora de mujeres que realmente tenían un TEA, cuentan que sus amigas se aprovechaban de ellas y en algún momento terminaban dejándolas solas)
¿Se puede hablar de «interés restringido» cuando una afición no llega al grado de absorber por completo la vida de una persona, con rutinas rígidas, o de tener el potencial de desencadenar incluso problemas psiquiátricos (obsesiones muy intensas, depresiones), o económicos, etc?
¿Se puede hablar de «problemas sociales» cuando una persona tiene la habilidad empática suficiente para evitar que el bullying, etc, alcance niveles traumatizantes?
La gente que realmente tiene un TEA cuenta que terminaba teniendo a TODO EL MUNDO en contra: la clase entera (incluyendo aquellos compañeros que también eran objeto de burlas, pero por otros motivos), «amigos», profesores, familiares, vecinos, etc. Y que quienes no se sumaban, eran simplemente indiferentes.
Y en cuanto estas personas mejoran en algo sus habilidades sociales, aprendiendo a través de malas experiencias , y mal (con ideas distorsionadas, debido a la falta de «instintos sociales básicos») comienzan a pasar por «paranoides» (especialmente si hubo abusos sexuales), cayendo esta vez en el abuso psiquiátrico.
Yo creo que los «tests de screening», de «cribaje», etc, deberían orientarse a la búsqueda de una prueba biológica, y limitarse a quienes tengan obvios problemas. Hay evidencias -aunque aún no concluyentes- de que la polisomnografía podría ser de utilidad; dado los trastornos de sueño que suelen presentarse en los TEA (que también se malinterpretan como signo de otra condición y se medican erróneamente).
Mi opinión es que mientras tanto, al sobrediagnóstico ya existente en niños varones normales se sumará una epidemia equivalente en el sexo femenino, en chicas que -por ejemplo- solo hayan tenido hiperlexia de pequeñas. En este caso apoyándose en el argumento de que las mujeres con autismo son supuestamente más sociales y de que con el tiempo dejan de cumplir con los criterios de diagnóstico.
Un saludo.
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