Tu hijo, que ha tardado en comenzar a hablar y en llegar a otros hitos madurativos, comienza ahora a escribir, y también le cuesta. Además de que comienza a escribir letras más tarde de lo esperado (¡cómo no!), cuando la escritura llega, lo hace con letras inmensas y un trazo poco preciso. Va pasando el tiempo y la letra poco a poco disminuye de tamaño, pero sigue siendo relativamente grande, y, además, poco legible; sobre todo, las letras que exigen mucha precisión, como las que tienen «rabitos» pequeños (o, r, b, v…) o las que sólo se diferencian en el tamaño de alguno de sus trazos (e-l, p-n…). En los últimos tiempos, comienza a estar bien establecido que esta «mala letra» es un síntoma más de Trastornos del Espectro Autista (TEA) o del Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad (TDAH), lo que sirve de reafirmación para quienes en su día aseguraron haber detectado un trastorno en el pequeño, o como un argumento más para quienes desean colocar una determinada etiqueta a un niño. Sin embargo, ¿se debe la mala caligrafía a un trastorno neurológico? ¿O quizá está relacionada con otros factores?
Mala letra y autismo o TDAH
Numerosos estudios científicos han observado que, efectivamente, los niños diagnosticados con autismo suelen tener peor caligrafía que sus compañeros neurotípicos. Uno de ellos, dirigido por Christina T. Fuentes en 2009, se titula, de hecho, «Los niños con autismo muestran impedimentos específicos en la escritura». El estudio señala que, «más específicamente, los niños con TEA muestran peor calidad en la formación de las letras, pero no muestran diferencias en su capacidad de otorgar correctamente el tamaño, la alineación y el espaciado a las letras». Es decir, tienen lo que se considera «mala letra», sin más dificultades añadidas.
La causa de la mala caligrafía: el desarrollo de las habilidades motrices
Respecto al origen de esta mala letra, el equipo de Fuentes apunta que «las habilidades motrices predecían significativamente la calidad de la escritura, mientras que la edad, el sexo, el coeficiente intelectual y las habilidades visuoespaciales no». Es decir, el origen de la mala caligrafía no está en una patología concreta (autismo o TDAH), sino en el desarrollo general de las habilidades motrices.
Un factor que influye en el desarrollo motriz: la testosterona prenatal
En este punto, resulta obligado volver a hablar de la testosterona prenatal. Como ya se comentó en un artículo anterior, la testosterona recibida durante la gestación por el bebé en desarrollo (especialmente, en el caso de los chicos, ya que reciben mayores cantidades de esta hormona andrógena) influye en los ritmos de su futuro desarrollo físico y de sus habilidades cognitivas, emocionales y, sí, motoras. La forma en la que cada persona desarrolla su motricidad gruesa y su motricidad fina está influida por la cantidad de testosterona recibida en el vientre materno.
En este sentido, un interesante estudio realizado en La India en 2012 sometió a niños y niñas de entre 8 y 12 años a diversas pruebas de trazo y de encaje de figuras para probar sus habilidades en cuanto a motricidad fina y motricidad gruesa. En todos ellos, además, midió la longitud y proporciones de sus dedos índice y anular, lo que se denomina el ratio digital 2D:4D, que es un indicador indirecto de la testosterona prenatal. Los niños con mayores niveles de testosterona prenatal tienen un dedo anular más largo y un ratio 2D:4D más bajo, y al revés, los de menores niveles de testosterona prenatal tienen el dedo anular más corto y un ratio 2D:4D más alto.
Las conclusiones del experimento fueron rotundas: «Los resultados de este estudio mostraron una asociación significativa entre el ratio digital 2D:4D medio y las habilidades motoras gruesas en ambos sexos. El ratio digital 2D:4D, tanto en chicos como en chicas, se correlacionó positivamente con la precisión y negativamente con la velocidad en la motricidad fina».
Dicho de otra manera: los niños y niñas con niveles más altos de testosterona prenatal mostraron menor precisión en la motricidad fina (como por ejemplo, a la hora de escribir), pero mayor velocidad, respecto a sus compañeros/as del mismo sexo. Y, por tanto, los niños y niñas con menores niveles de testosterona prenatal fueron más precisos, pero más lentos (quizá precisamente por esmerarse más).
A la vista de los resultados de este estudio, no es de extrañar que las niñas suelan tener mejor letra que los niños (todas reciben, evidentemente, menores dosis de testosterona prenatal que sus compañeros chicos, al ser una hormona masculina). Ya desde el comienzo, las niñas dominan antes que los niños el agarre en trípode del lápiz.
Y, más importante todavía, tampoco es de extrañar que los niños con altos niveles de testosterona prenatal tengan mala letra, porque su biología prioriza la rapidez sobre la precisión.
Ya un estudio dirigido en 2006 por la Dra. Milne había hallado «relaciones significativas (…) entre la detección de movimiento, control de la motricidad fina y 2D:4D» en un grupo experimental de niños diagnosticados con autismo (ya que en los niños neurotípicos del grupo de control NO se midió esta relación de variables). En concreto, los niños con mayores niveles de testosterona prenatal tuvieron mayores dificultades en dichas tareas. Este hallazgo, según el estudio, «sugiere que el desarrollo de estos subsistemas puede estar relacionado con los niveles de testosterona prenatal»
La masculinidad, mal vista por la sociedad
Así pues, todo parece indicar que la falta de precisión en las tareas relacionadas con la motricidad fina está asociada a un abundante «chute» de hormonas masculinas durante la gestación, y no a ninguna patología. Estas hormonas masculinas promueven un desarrollo que prepara al individuo a procurar la supervivencia en entornos hostiles, como en los que han vivido los seres humanos durante millones de años; algo que viene de maravilla cuando el destino es convertirse en cazador, guerrero, explorador… Sin embargo, y como ya se comentó al hablar de la testosterona prenatal, el mundo ha cambiado (afortunadamente), y las habilidades más valoradas hoy día en la sociedad y la escuela son las biológicamente asociadas a la feminidad, por lo que las conductas y habilidades biológicamente masculinas tienden a ser patologizadas, al ser contrarias al desempeño que se espera. De hecho, este último artículo de 2006 constató que los niños de su muestra diagnosticados con autismo tenían menores ratios 2D:4D que los neurotípicos; es decir, mayor testosterona prenatal, lo que nos sugiere que los niños con mayor carga de testosterona prenatal son más proclives a recibir diagnósticos de trastornos neurológicos como autismo o TDAH.
Respecto al caso que nos ocupa, por ejemplo, hace miles de años ni siquera se conocía la escritura. Hace no tanto tiempo, mucha gente no sabía escribir y vivía su vida sin mayores problemas (algo que también ocurre en sociedades tribales hoy día). Sin embargo, en la sociedad occidental actual, como afirma el artículo de la Dra. Fuentes basándose en estudios previos, «la buena caligrafía es crucial para el progreso académico, el desarrollo social y comunicativo, y la construcción de la autoestima». «Sensu contrario», de acuerdo con las exigencias de la sociedad en que vivimos, tener una letra ilegible pone a nuestro hijo en riesgo de fracaso escolar y compromete su desarrollo social y su autoestima.
¿Qué podemos hacer?
Entonces, ¿cuál es la solución? Tras un sesudo análisis, el equipo de la Dra. Fuentes concluye: «nuestros resultados sugieren que el abordaje de la formación de las letras, en combinación con un entrenamiento general en el control de la motricidad fina, puede ser la mejor dirección para mejorar la calidad de la escritura en niños con autismo». ¡Han descubierto la pólvora estos científicos! Lo que sugieren recuerda sospechosamente a ciertos cuadernillos que existen hace muchos, muchos años, para practicar caligrafía y trazos; y, por supuesto, su uso no está necesariamente asociado con el autismo.
Además, recientes estudios han demostrado que hay actividades que pueden formar parte de la vida cotidiana que mejoran la motricidad fina, como tocar un instrumento musical, practicar yoga… ¡e incluso jugar a los videojuegos!
Es decir, si el «tratamiento» no es otro que la práctica y las actividades cotidianas de manipulación, y es el mismo que se aplica para niños sin diagnóstico de ningún tipo… ¿para qué hace falta el diagnóstico? Dejemos que nuestros hijos con un desarrollo excesivamente masculino crezcan sin etiquetas; bastante carga tendrán que aguantar con intentar adaptarse al «despacito y buena letra», unas pautas que son justo las contrarias de las que les dicta su naturaleza. Por suerte, nos tienen a nosotros para comprenderlos y acompañarlos.
Como siempre, buenísimo, sobre todo la ironía final 🙂 Siempre se ha dicho que los médicos tienen una letra que no entienden ni ellos… (Rajoy también lo ha dicho en varias ocasiones, y es presidente…). Por otro lado, el camino que marca el futuro no parece ser el de escribir a mano precisamente, sino con teclados, o incluso al dictado de la voz…
Me gustaMe gusta
Buenísimo artículo.
En mi caso atribuyeron mi mala caligrafía al trastorno de motricidad fina y coordinación del movimiento. Unos meses de terapia a los 9 años y los cuadernillos unos años y se entiende.
La etiqueta de trastorno era innecesaria la terapia y los cuadernillos Sí me ayudaron.
Si llego a nacer en esta época tengo el TEA asegurado.
Mi niño aún no escribe pero no parece que tenga mis dificultades motrices veremos en el cole.
Me gustaMe gusta