Artículo original publicado en Huffington Post el 31 de octubre de 2016
por el Dr. Allen Frances, Catedrático Emérito de la
Universidad de Duke y miembro del consejo redactor de la 4ª edición del
Manual Diagnóstico y Estadísico de las Enfermedades Mentales (DSM-IV)
Las tres modas más peligrosas en el diagnóstico psiquiátrico durante los últimos 20 años han afectado a los niños. Las tasas de Trastorno de Déficit de Atención (TDAH) se han triplicado y las tasas de autismo y trastorno bipolar se han visto increíblemente multiplicadas por 40 (https://www.psychologytoday.com/blog/dsm5-in-distress/201006/psychiatric-fads-and-overdiagnosis).
Poderosos factores externos han contribuido en gran medida a esta proliferación de etiquetas erróneas en los niños. En el caso del TDAH y el trastorno bipolar infantil, las compañías farmacéuticas han vendido la enfermedad de forma engañosa y agresiva para «colocar» sus caras y rentables pastillas. Su estrategia de marketing se basaba en la cínica asunción de que iniciar a un niño en el consumo de pastillas de forma temprana puede convertirlo en un cliente para toda la vida.
La explosión del autismo resultó de la combinación de dos factores: la introducción en el DSM-IV de una forma mucho más leve de autismo (Asperger) y la asociación demasiado cercana de los diagnósticos a la posibilidad de recibir refuerzos educativos. Los diagnósticos psiquiátricos desarrollados con fines clínicos son inapropiados como porteros para el acceso a la asignación de recursos educativos. Las decisiones educativas deberían basarse en las necesidades educativas de los niños, evaluadas por los educadores, empleando herramientas educativas. Sigue leyendo